jueves, 28 de julio de 2016

Simone Schwarz-Bart en Casa

Por: Laura Ruiz Montes
Para que el lector de habla hispana pueda apreciar la obra de Simone Schwarz-Bart, el Fondo Editorial Casa de las Américas puso en circulación la edición cubana de Lluvia y viento sobre Telumea Milagro (Pluie et vent sur Télumée Miracle), traducida por Mirta Fernández Martínez y prólogo de Roberto Zurbano.

Esta, la primera novela escrita en solitario por Schwarz-Bart[1] en 1972, relata la vida de Telumea Milagro, contada a modo de saga que involucra varias generaciones. Criada por su abuela Tusina a quien llamaban Reina sin nombre, la protagonista padece el racismo, la violencia conyugal, la pobreza extrema, los avatares de la ruralidad y la explotación del trabajo en los cañaverales, esencias de la vida social posterior a la abolición de la esclavitud. Regida por el signo de la peregrinación, la existencia del personaje cambia de escenario una y otra vez, en la búsqueda de su propio lugar en el mundo. El acontecer de la mujer negra guadalupana, posterior a dicho cese de la esclavitud y hasta fines de los años sesenta, encuentra valiosa documentación en esta obra de la importante narradora antillana nacida en 1938 en Francia, de padres nativos de Guadalupe; isla a la que regresa muy pequeña para luego estudiar en París, Pointe-à-Pitre y  Dakar.  

La madre de Telumea que arrastra el dolor de un marido asesinado, se une a otro hombre, siendo esa, al parecer, la razón primordial por la cual aleja a su hija del hogar, quedando roto física y emocionalmente el lazo madre-hija. Telumea queda entonces al amparo y abrigo de su abuela, la negra Tusina. De ella la niña había conocido por boca de su madre, que era una mujer que les había enseñado a no bajar la cabeza ante la vida y a causa de tanta veneración adquirida, la pequeña, desde temprano, había empezado a considerar a su abuela como un ser mítico.
Desde el primer instante se establece una relación cómplice y solidaria entre ambas negras de generaciones diferentes. Telumea ayuda cuanto puede en las labores hogareñas: carga sobre su cabeza agua, hierba y cuanto sea necesario; corre tras los animales y sobre todo se convierte en atentísima escucha. La abuela Tusina deja salir de sí frases tiernas, apelativos cariñosos, teje las trenzas de la niña. Acaricia las heridas a la par que habla y trasmite. Pasa por los cabellos de su nieta el peine humedecido en aceite de ricino con la finalidad de dar suavidad, brillo y belleza al pelo, mientras casi ininterrumpidamente entona mazurcas, valses y biguines.

Cantos de esclavos, souvenirs de antaño, son la manera de Schwarz-Bart de mostrar, por boca de Tusina, la materia de la que las mujeres caribeñas están hechas. Una manera especial de comunicar yace en el fondo de todos los gestos cotidianos. El canto inserta un discurso otro que forma parte –también– del récit de los hechos.

Desde el inicio de la novela es palpable que la comunicación transcurrirá sobre los rieles de la proverbialidad. El proverbio “[...]es un acto de palabra que apoya la sabiduría de un pueblo, que, por el hecho mismo de que un sujeto hablante se lo atribuya, viene a recordar una evidencia, a saber que por muy individual que pueda ser una palabra, está sin embargo atravesada por otras palabras, palabras anteriores, palabras escuchadas, palabras recordadas”[2]. Y aquí la responsabilidad y sabiduría del verbo ancestral encuentra marco y pedestal idóneo en la oralidad de la abuela que emergiendo de la individualidad ofrece todo su trasfondo colectivo.

En los días de la plantación la supervivencia era narrada en voz baja, por ello  no debe entenderse la presencia de estos cantos y la permanencia de los proverbios como un parloteo etnográfico sino, más que todo, como guía trascendente. Al no ser posible contar con cartas o libros donde se narren –a conciencia y con certeza– los modos de vida esclava, ni existir otras maneras efectivas de establecer relaciones con lo pretérito, solo es dado a la voz y al recuerdo la capacidad de transmutarse en unidad imprescindible para la familia y la vida de estas negras antillanas. Los cantos y los proverbios, como recreación de una representación conceptual, legan una identidad a Telumea y le confieren la firme convicción de que todo es factible al cambio. Ese conocimiento conforma la imprescindible conexión entre abuela y nieta; entre pasado y presente de la nación. Tusina transfiere sus nociones de raza y esclavismo. A Telumea, tres generaciones la separan de la esclavitud pero su presente es poroso y  sobre él gotea la oralidad de Reina sin nombre. El trasvase abuela-nieta provee elementos articulados capaces de proporcionar el sentido de pertenencia a una raza, una cultura, un género, y se revierte en fundación de un país real.

Para Telumea, su abuela y su conducta verbal son el referente más inmediato. Para la anciana, en cambio, su ídolo es una amiga curandera tomada por bruja en el pueblo y de quien se decía sobrevolaba las casas cada noche, descendía en círculos para posarse sobre los flamboyanes y ejercer sus sortilegios. Tranquila, aseveraba que no contenta con las formas humanas, la amiga podía convertirse en cualquier animal que despertara el pánico pero que en realidad era una mujer de bien: una negra vieja que conocía cada planta del bosque y era capaz de interpretar cada sueño humano.

El alto valor concedido en esta novela a la iniciación, seducción, aprendizaje y devoción mutuos en el proceso de la amistad está emparentado con la génesis misma del libro. Simone Schwarz-Bart ha declarado: “Mi relación con la escritura es instintiva. Pluie et vent sur Télumée Miracle es un libro escrito en el exilio. Nacido del duelo por una vieja amiga, Stéphanie Priccin, mientras me encontraba lejos de ella. Esa doble nostalgia me empujó hacia la página en blanco”.[3] Telumea, personaje creado a partir del modelo de la amiga perdida, campesina curandera y especie de madre adoptiva para la escritora antillana, es el símbolo de una generación de mujeres y de sus redes de cuidados, interconexiones y solidaridad[4].

La joven protagonista de Lluvia y viento... hereda la empatía y relación con la amiga de su abuela. Sus encuentros se extienden en largos diálogos que  devienen una intervención oral soberana. La “bruja” inicia a Telumea en los secretos de las plantas y sus propiedades medicinales, a la par que la incentiva a rechazar el esclavismo –esa terrible herida histórica– sumergiendo el joven y permeable pensamiento en la vasta y densa herencia africana. Las dos caras de la medalla: la sabiduría de  la curandera y su capacidad de convertirse en animal, muestran el concilio entre curandera y sorcière, como ejercicios de poder que pasan a ser también, junto a los cantos de esclavos y los proverbios, signos conformadores de la memoria cultural creole de la protagonista, estrategias del oprimido.
Con el paso del tiempo, Telumea comienza a recibir en su casa a mucha gente que le comparte sus confusiones, malestares y enfermedades, depositando en ella confianza; encomendándole cuerpos y almas. Un día atravesada por sus desdichas amorosas, otro curando a sus semejantes, otro más siendo condenada y culpada del sufrimiento de sus congéneres, transcurre la existencia de la protagonista. No pudiendo trasmitir a hijo alguno los saberes alcanzados, intenta transferirlos a una niña a la que no le unen lazos filiales, en un acto de justicia cultural, traspasando  lo heredado en una alianza –otra– que no es la consanguínea.

El significado de madres adoptivas o espirituales, el poder de la memoria para representar, comunicar y traspasar un apego al Caribe y a la tierra ocupan en esta novela un lugar preponderante. De continuidades trata este volumen memorable. Continuidades que a ratos alcanzan formas inéditas, ejes emisores y trasmisores en los que también se erige con certeza Simone Schwarz-Bart que, con sabiduría, recoge y comparte la insoslayable experiencia histórica a través del tan caribeño couple: oralidad-escritura.

[1] Anterior y posteriormente realiza una obra en conjunto con su esposo André Schwarz-Bart. Colaboración de la que nace Un plat de porc aux bananes vertes (1967 y la cardinal enciclopedia en seis volúmenes Hommage à la femme noire (1989).
[2]
Kathleen Gyssels: “Proverbialité dans Pluie et vent sur Télumée Miracle”, en Potomitan, site de promotion des cultures et des langues créoles : http://www.potomitan.info/ewop/proverbialite.php
.
[3]Simone Schwarz-Bart, 5 Questions pour Île en île.
Entretien, Goyave (Guadeloupe, 2010). 68 minutes. Île en île. Entretien réalisé par Thomas C. Spear. En
http://www.lehman.cuny.edu/ile.en.ile/media/5questions_schwarz-bart.html

.[4] Whitney Chadwick, Isabelle De Courtivron: “Los Otros importantes  creatividad y relaciones íntimas” Universitat de Valencia. En https://books.google.com.cu/books?isbn=8437612683/

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