lunes, 20 de febrero de 2017

El cuerpo de Nora no es solo de ella

Por: Laura Ruiz Montes

Con seguridad no hubo exigencia a priori entre El cuerpo de Nora. Ensayo escénico sobre las emociones y la carne, el aun work in progress generado y dirigido por Alessandra Santiesteban y Karina Pino Gallardo, y el nombre de la calle donde este transcurre. Con seguridad, la conceptualización punzante no guarda relación con la calle Espada, donde, en D’Nasco Studio, acaba de ocurrir el opening de este proyecto.



El cuerpo de Nora, ensayo escénico sobre las emociones y la carne, reclama para sí el apelativo de “acción para empoderar el cuerpo”, sin embargo es obvio que todo va más allá. Se trata de una mise en scène de la fragilidad de los cuerpos femeninos y de las muchas y diferentes microviolencias a las que estos están sometidos.

Con un criterio de selección interrelacionante es posible encontrar en la propuesta ejercicios performáticos, instalaciones, interferencias, contaminaciones y elocuentes silencios. A partir de textos de escritura colectiva -donde se mezclan intertextualidad, palabras y gestos- presenciamos el horror de las vacas fecundas y torturadas, la reduplicación de la arcada de la anoréxica y las masas disformes del cuerpo voluminoso, envueltas en una inquietud casi pornográfica, casi dolorosa y casi real. Pero sobre todo asistimos a la sempiterna fragmentación del cuerpo femenino, de un cuerpo que es el nuestro. Sin duda alguna, intentando reconstruir historias a la manera de un escenario de postguerra, a ratos precario pero exuberante en sus significados, la puesta se erige en nueva plataforma generadora de subjetividades.

El espejo donde no es posible que los asistentes/espectadores se miren pero donde sí es posible adivinarse, no falta entre esas cuatro paredes. La piscina inflable cuya agua no es la de Heráclito –porque no existe un tragante por donde escape lo tóxico ni un grifo por donde brote el líquido a la mañana siguiente– asume su relectura dialéctica manteniendo intacto el “preciado líquido” pero sugiriendo que los cambios donde ocurren es en el cuerpo femenino que cada noche entrará al agua, a ratos vivo, a ratos cadáver. Es decir: tampoco aquí el cuerpo se baña dos veces en el mismo río, aunque pudiera parecerlo.

Los asistentes recogen brazos, cabezas y piernas de un maniquí que le son entregados para que luego los depositen sobre una camilla y creen una nueva representación, más “cubista”, en el doble sentido del término (si fuera permitido). De ese modo, el cuerpo recién creado carga con la imaginería de una perspectiva doble o múltiple como en la vanguardia del cubismo y también con una “cubanía”, otra, que interpela desde el sujeto femenino, con sus cortes verticales y horizontales.

La práctica artística de la cual podemos participar y formar parte de… genera códigos propios que se convierten en EL mensaje. En la noche del 16 de febrero, mientras se desarrollaban el performance, los diálogos y demases, un grupo de hombres jóvenes, detenidos en medio de la casona antigua de habitaciones corridas, no tuvo el menor reparo en cuchichear, intercambiar aplicaciones de celulares, hacer uso del poder que durante siglos han esgrimido. Las actrices que no lo son pero a la vez sí, las directoras que no lo son pero a la vez sí y el público que lo era pero a la vez no -porque toda aquello se convierte en algo muy personal- miraron con disgusto y desencanto la acción Alfa que ocurría en el mismo centro  de la (a)puesta. ¿Es posible acaso, me pregunté entonces, que la impertinencia fuera casi “oportuna”? ¿Es posible que un ejemplo pudiera ser tan contundente, tan ubicado en contexto? Parecía, como quien dice, “caído del cielo”. Sin saberlo, los hombres jóvenes concedieron mayor relevancia al entramado de El cuerpo de Nora… Fue posible asistir a una de las tantas microviolencias ejercidas sobre las mujeres, ahora sobre su capacidad de representación artística y política. Violencia desplegada justo allí, en el espacio público, ante todos los ojos, como cara oscura del activismo al que el resto asistíamos.

Cuerpo es aquello que no puede más, dice Nora mientras come su tirilla de lechuga en una piscina blanquecina... Y hay en la intención estética y ética una suerte de narrativa de casos que no agota el caudal de lo mostrable y denunciable en el espacio público y en el privado. Y hay, también, una especie de inventario de cuerpos no modélicos, conformadores de una hagiografía colectiva que se hace acompañar de objetos que en ocasiones mantienen su carácter primigenio pero en otras adquieren nuevos significados, más metafóricos si se quiere, pero perfectamente articulados dentro del proyecto teatral instalativo.

Esta obra es colectiva desde su gestación. De esta manera, es bienvenida la participación de Luna Acosta, artista visual colombiana, con su proyecto “Estrategias para recuperar el cuerpo propio”.  En él un grupo de conceptos teóricos se trasmuta en propósito artístico. En la vieja casa de la calle Espada, en “el cuarto de atrás”, un grupo de mujeres cose, remienda con hilo rojo varias ropas usadas que luego cuelgan en tendederas y es entonces cuando pueden leerse las inscripciones bordadas que, como cicatrices, dan cuenta de las heridas. Es posible sentarse junto a estas mujeres, coser a su lado, hilvanar el diálogo, desenredar la madeja, sumarse al acto participativo que se convierte en contestación social mientras, en sordina, se escuchan testimonios reales de mujeres violentadas. Todo lo relatado, en conjunto, funda en la calle Espada una comunidad que al decir de Jean-Luc Nancy, “comparte el mundo desde  una  co-implicación de la existencia.”[1]

Hay coincidencias que no son tales. Mientras Alessandra Santiesteban y Karina Pino Gallardo estrenan El cuerpo de Nora. Ensayo escénico sobre las emociones y la carne, a la mañana siguiente la multinacional Tele Sur, trasmite una contundente y desgarradora entrevista con Asha Ismail, donde se desviste a la mutilación genital femenina de su ropaje religioso y se encara el machismo. En la Feria Internacional del Libro de La Habana es presentada la antología Sombras nada más. 36 escritoras cubanas contra la violencia hacia la mujer, compilada por Laidi Fernández de Juan, a partir de una idea original de Marilyn Bobes, publicada por Ediciones Unión. Dicha antología contó con las palabras de presentación de la investigadora Zaida Capote quien, sagaz y lúcidamente, llamó la atención sobre “La violencia [que] es real, y a menudo mata; y antes de matar, ocasiona mucho dolor y genera tristeza, infelicidad y desazón continuas”[2], a la par que contextualizaba el fenómeno en el paisaje actual cubano.

Dos días después leo en la red[3] que Marilyn Solaya se enfrasca en un nuevo proyecto cinematográfico para visibilizar las historias de sufragistas y feministas, que exigieron el derecho al voto en Cuba durante las primeras décadas del siglo XX. La película se llamará Todas y tiene como referente más cercano el libro En busca de un espacio. Historia de mujeres en Cuba, del historiador Julio César González Pagés. La guionista ha expresado que el audiovisual presentará a “mujeres gordas, maduras, negras y muchas más que reflejan la diversidad”.

En la noche del 16 de febrero tras abandonar la casa de la calle Espada, donde habíamos asistido al segundo día de El cuerpo de Nora. Ensayo escénico sobre las emociones y la carne, Beatriz Montaña y yo, hablando de estos y otros temas, logramos subirnos a uno de los almendrones habaneros. Una calle antes de nuestra parada, el chofer se detuvo para que dos mujeres bajaran. Cuando les dio el cambio correspondiente a lo que ellas habían pagado, se volvió hacia nosotras y visiblemente agresivo preguntó: “¿De cuánto es el billete de ustedes? Porque yo no voy a meterme la mano en el bolsillo otra vez”. Por suerte, teníamos el dinero exacto. Aun me pregunto qué hubiera sucedido de no haber sido así.





NOTAS
[1] Jean-Luc Nancy, citado y parafraseado por Suzana Milevska en “El arte participativo: Un cambio de paradigma, de los objetos a los sujetos”, aparecido en E-zine de Pensamiento Cultural Europeo. Centro Cultural Criterios, La Habana, 2014.
[3] La información íntegra aparece en https://redmasculinidades.blogspot.com/cubanas sufragistas en nuevo filme de Marilyn Solaya/

1 comentario:

  1. Gracias, Laura Ruiz, por hablarnos de El cuerpo de Nora. No estando en Cuba no la puedo ver. Pero estoy leyendo ahora Sombras nada mas, antologia que recoge 36 cuentos de igual número de autoras cubanas y ese importante prefacio de Zaida Capote. Me duele que, a más de medio siglo de una revolución que se declara de todos y para todos, aun la violencia cotidiana a las mujeres sigue siendo un tema hablado a media voz, silenciado por muchos, que apenas empieza a salir de la sombra. No puede haber libertad real sin que la haya para todos y todas. Saludo emocionada a obras y libros que, con profundidad y pasión, llaman la atención sobre esta terrible realidad.

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