Por: Laura Ruíz Montes
Cincuenta
años se cumplen en este 2017 de la publicación en Cuba de Un arcoíris
para el occidente cristiano, de René Depestre, el gran poeta haitiano. Por
aquel entonces, Depestre llevaba años viviendo en Cuba y este libro, “poema
misterio-vodú” (como lo calificara su traductor el poeta Heberto Padilla) fue
su entrega para Casa de las Américas. Cincuenta años después seguimos leyendo
el libro de ese negro raíz de arcoíris que Eliseo Diego calificó como “admirable en su concepto, rico de sortilegio…”
He
aquí la historia aparente de estos versos: a un juez de Alabama se le aparecen
los dioses del vodú haitiano, toman su casa y la convierten en el mágico escenario
de sus ritos ancestrales. Atibon-Legba, Damballah Wedo y Agoue Tarroyo -dioses
respectivos de las puertas y el hogar, de los ríos y el arcoíris y del mar-
hacen su fiesta al pie de la noche dentro de aquellas paredes del sur
norteamericano. A esos mismos dioses nos encomendamos hoy, creyentes y ateos,
medio siglo después, rogándoles protejan, rescaten, reconstruyan nuestras
islas: Haití, San Martín, Dominica, Barbuda, Puerto Rico, Cuba…, dañadas. Sostenemos
estos versos en una mano. Con la otra, hoy, dibujamos en el suelo nuestro vevé, con los dedos llenos de harina de
maíz, ceniza, borra de café y ladrillo cocido. Así andamos. Así reconstruimos
el Caribe…
Me acuerdo de este gran libro como si hubiera salido ayer. Ahora, que el Caribe colonizado sufre un nuevo asalto por la naturaleza feroz, releer un libro así nos ayuda a recordar la fuerza que reside en la raiz. Gracias, Laura Ruiz, por mantener nuestra conciencia viviente de una región decimada por tantas fuerzas "naturales" y no naturales...
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