jueves, 25 de agosto de 2016

Cuerpos de la resistencia




Por: Laura Ruiz Montes



En la esquina inferior derecha hay un mapa de Cuba tan pequeño que un dedo pulgar podría taparlo. Bajo él navega una inscripción en búlgaro que anuncia la colección cubana. A pesar del registro afectivo que se remonta a aquellos aceites perfumados de rosas búlgaras cuyos aromas bautizaron a casi todos en la Isla hace ya más de cuarenta años, casi ninguno de nosotros logró retener nada del idioma eslavo. La catedral de San Jorge y la hermosa Sofía quedaron en el anecdotario de viajes que antaño conducían a los cubanos por los otrora países socialistas a un precio que sus salarios de obreros alcanzaban entonces a pagar.

Lo que podría quedar oculto bajo el dedo, alcanza relevante visibilidad en el título: Faces, Bodies, Personas: y en una especie de subtítulo: Tracing Cuban Stories. Se trata de un libro de fotografías de Babak Salari publicado por Janet 45 Print and Publishing y asistido por el Consejo para las Artes de Canadá que –además de excelentes fotografías– ofrece una nota de entrada bilingüe (inglés/búlgaro), de Thomas Waugh y un apreciable texto introductorio de Norge Espinosa.


Babak
Salari nació en Shiraz, en 1959, pero se educó en Concordia University y Dawson College. Su especialidad –por llamarle de algún modo– es la fotografía documental en blanco y negro. Vive en Canadá hace más de veinte años; desde allí estudia y se adentra en las identidades diaspóricas y las marginalidades. Su trabajo, mostrando los efectos de la ocupación en Irak sobre las mujeres y los niños, sus fotografías de refugiados palestinos, su documentación de la realidad afgana lo convierten en un activista cultural capaz de convivir con cualquier tensión social y hacer que sus imágenes devengan metáfora, encarnación y sustento de una filosofía de lo improrrogable.

Faces, Bodies, Personas...
agrupa dos series de fotos. Abre páginas Bodies and Personas que, a su vez, deriva de la serie Queer at the Margins of Society donde se reúnen fotografías de gays y travestis de La Habana. A continuación puede ser vista Faces, otra serie colmada de retratos de escritores y artistas cubanos. Thomas Waug se sorprende agradablemente de esta fusión, de este estar juntos, de este vis-à-vis: “And it is amazing how felicitously the two sub-groups come together”. Es la hermosa extrañeza que sacude a muchos espectadores: la hermosa y peligrosa extrañeza. El hecho de la sorpresa ya alerta que algo no va bien. Algo no encaja pero no en el muestrario de fotografías de Salari, sino en los espectadores y consumidores, porque no debería resultar amazing esta nueva posicionalidad de márgenes y cánones. Pero acostumbrados como estamos a jerarquizaciones y exclusiones, ciertos equilibrios o, como dirían las abuelas: cierta “juntamenta”, produce –a lo menos– extrañeza, azoro. Y es que Babak Salari nivela, hace justicia. Vuelve visible lo relegado y sin exotismos ni publicidades retrata el rostro que está detrás de las máscaras y/o la máscara que late casi a la par del rostro, que no es lo mismo pero a veces es igual... Lo que aún muchas veces es censurado y apedreado mira a la cámara y se deja ver, por que sí. De esta manera la marginalidad es conscientemente reflejada en el lente del también marginal iraní.


En una de las planas del libro irrumpen muchachos muy jóvenes deliciosamente afirmados que miran al lente desde su reconvertida belleza, femenina y sensual, exhibida en la noche caribeña. Gays y travestis son fotografiados en la intimidad de su momento de maquillaje, en su acto puro de travestismo; en la inquietud de caricias sugeridas y torsos desnudos. Intimidad que aún puede hacerse pública y ser mostrada en estas fotos, deudoras del estilo documental y urbano de Diane Arbus y, en cierto modo, de la misma corriente que asistió a Walker Evans durante la Gran Depresión quien también realizara importantes fotos en Cuba en 1933, relacionadas con la revolución contra Gerardo Machado.

En el otro platillo de la balanza se sitúan escritores y artistas bajados del olimpo, desprendidos del canon. Igualados, ubicados junto a otros bodies, Salari les reduce el aura de misterio y atractivo que proyectan desde sus libros, sus apariciones periódicas, sus premios importantes, sus sillas en academias y también –por qué no– les aligera la vida, liberándolos de tamañas y sacras responsabilidades emanadas de la existencia pública. Los devuelve como personas.

En este grupo aparecen artistas cuya elección no sabemos si fue dictada por el azar o es la resultante de un proceso de búsqueda que refleja alguna intencionalidad.  Lo cierto es que muchos de los rostros fotografiados arrastran consigo años de trabajo con, cerca o dentro de la marginalidad. Y reúnen en sí vidas que en diferentes momentos han fijado con profundidad una sostenida mirada sobre los cuerpos, el deseo y las identidades. Recomiendo especialmente aquellos que pasan por mi relectura de coordenadas entrelazantes, no puedo hacerlo de otra manera. Así miro a Margarita Mateo y oigo desde el silencio de su fotografía la confesión: “No sé de dónde sale esa vocación mía por lo marginal, por lo periférico. Lo cierto es que los ‘centros’ suelen aburrirme, lo establecido se me torna monótono, y muchas veces me siento más cómoda recorriendo los oscuros y recónditos caminos de Marginalia”.[1]


Mientras, Antón Arrufat, elegante, de pie, con solo una zona del rostro iluminada por la luz que entra por una ventana, parece asistir a la escritura de su propio texto “Torneo fiel”, delicado y contundente poema inscrito en la línea de la mejor poesía homoerótica cubana.



Éramos tan amantes que a veces éramos amigos. O éramos tan amigos que a veces nos amábamos. / Para añadir un nuevo anillo a nuestra unión, decidimos batirnos. Fuimos a escoger las armas: dos espadas iguales en tamaño y temple. / Nos preparamos desde el alba. Ajustados lorigas y yelmos, montamos a caballo y nos  pusimos frente a frente. / Así estamos todavía. /  Sin tiempo, encarnizados, inexorables, tratando de vencer de un tajo y para siempre al otro.[2]

           

Rocío García, por su parte, aparece sentada en el suelo. A su izquierda hay una puerta cerrada donde con lápiz, creyón fino o bolígrafo ha sido escrito: “La fiera. El animal”. Esta pintora, mordaz en su arte, saca a relucir profundos conflictos del imaginario masculino. Sus hombres, machos, marineros, domadores (suerte de personajes de una zona de su obra pictórica) saltan de la periferia, instalándose en los predios del poder. Marineros de arma blanca, jugadores de cartas reunidos en el bar, jefes militares, pelotones del ejército son sus claves. El voyeur, el castigador, la belleza del dolor y el dolor de la belleza; las teorías y las masturbaciones; el espejo y la máscara; la densidad de la tradición y la desintoxicación de esa misma densidad; la violencia y la represión; la intimidación; el minuto de gloria, los trueques de identidades son los temas marginales que despliegan la obra de esta creadora y que son, sin lugar a dudas, la música de fondo de su rostro fotografiado por Babak Salari.

Norge
Espinosa, autor del estudio introductorio también aparece retratado. Ser juez y parte no le nubla el entendimiento para valorar en su más preciada esencia –y dotado de imparcialidad– estas fotografías. Espinosa traza un interesante recorrido por diferentes momentos del tratamiento a la homosexualidad en Cuba. Ensaya un fugaz (porque el espacio no permite más) pero aportador bosquejo sobre la incidencia/presencia de la homosexualidad en la cultura cubana hasta llegar a la visibilidad que aportó el filme Fresa y Chocolate y la significación real del Mejunje, espacio multicultural creado y defendido por Ramón Silverio en la ciudad de Santa Clara. Espinosa también ha cubierto con su obra una ruta dentro de la marginalidad. Autor, siendo muy joven, del antológico poema “Vestido de novia”, es absolutamente consciente de que ese texto conforma una de las regiones más visibles de su obra:



Con qué espejos/ con qué ojos/ va a mirarse este muchacho de manos azules. / Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero/ y la senda del barco hacia la luna. / Cómo va a poder./ Cómo va a poder así vestido de novia/ si vacío de senos está su corazón si no tiene las uñas pintadas/ si tiene sólo un abanico de libélulas.



Siguiendo este rumbo, sería meritorio detenerse también en otros rostros retratados talentosamente por Salari, a los cuales sugiero –una vez más– acercarse no como a fotografías de variable independiente sino a partir de su vinculación con las latitudes de la obra de cada quien. La foto de René Peña se muestra cargada de gran fuerza expresiva. Sus marginales series: Man Made materials y White Things conforman junto a su rostro retratado un todo circulando que apunta hacia la búsqueda del cuerpo negro, la indagación en el santuario de la piel negra. Continuidad que pudiera tener vasos comunicantes con el investigador Tomás Fernández Robaina –fotografiado también en Faces, Bodies, Personas...–, autor de El negro en Cuba 1902-1958, que tiene como preocupación la constante del movimiento y pensamiento negro en Cuba. Una vez más el enlace se efectúa, el broche cierra la capa.

Apenas he querido detenerme en lo que creo son uniones tácitas entre las dos series de fotografías y que conforman una consolidada poética de la imagen como generadora y articuladora de realidades. Algo más une ambas series: la mirada sobre el fondo, el contexto. Ejemplo de ello es el solar habanero que conforma el telón detrás de Jorge Ángel Pérez, importante escritor cuyo ejercicio narrativo se ahonda en diferentes aristas del cuerpo y la marginalidad.


El entorno, la cotidianidad de la épica cubana circundante, acercan aún más las porciones de este conjunto fotográfico documental aunque también algo separa las series mencionadas. En la mayoría de las fotos de gays y travestis, éstos se reúnen, se miran, se rozan, que es un modo de decir que se guardan entre ellos o son su propia escolta ante un espejo de dos caras que muestra una imagen en conjunción, acompañada de sí misma. Sin embargo, los escritores, los artistas, aparecen siempre e invariablemente a solas, convertidos en marginales solitarios, dedicados al extraño arte del corredor de fondo y a su sempiterno aislamiento que destierra.


De cualquier modo, rostros solos o acompañados son estas las fotografías de cuerpos que viven, mueren, se renuevan, pierden la piel en la carrera para regenerarse posteriormente en la Cuba de hoy. Fragmentos de una nación que Babak Salari reunió para mostrar la diversidad y la mezcla, las variables y la permanencia. Son los cuerpos de la resistencia, los sobrevivientes de muchas crisis. Son lo que con tanto acierto Norge Espinosa definió: “la única posesión real, que sin pudores se deja ver, mira a la cámara y se ofrece”. El quid está en ver qué hacemos con ellos...






[1] Margarita Mateo: Entrevista concedida a Johanna Puyol en La Jiribilla, dic. 2007.
[2] Poema de su libro Lirios sobre fondo de espadas (Letras Cubanas, 1995), Premio de la Crítica, 1996.

1 comentario:

  1. Me han encantado todos los artículos en este blog! Me introducen a libros que no conocía, y temas de que conozco muy poco. El punto de vista es siempre fresco y profundo. Gracias por tan valiosas contribuciónes a la conversación multicultural de la literatura!

    ResponderEliminar